Esas glándulas ceríferas secretan la cera en forma líquida disuelta en una sustancia volátil, que en la superficie externa del tegumento se evapora, dejando las placas de cera. Cada placa es hecha de una o más secreciones, y posee un espesor de 0,6 a 1,6 mm con peso promedio de 1,3 mg.
Las obreras llevan estas escamas de cera hacia atrás con el auxilio de las patas traseras y luego con las delanteras a la boca para que sean amasadas y moldeadas, utilizando la secreción de las glándulas mandibulares.
Para que se produzcan esas transformaciones es imprescindible la presencia de ciertos componentes que están en el polen y que son otras grasas, enzimas... que actúan como iniciadores y catalizadores de esas reacciones químicas. Algunas de estas grasas no pueden ser “fabricadas” por las abejas, las han de tomar ya “formadas” en la dieta (polen), a este tipo de sustancias, no “fabricables”, se les llama vitaminas.
En el polen hay un 5% de grasas (en miel no hay grasas). Las abejas necesitan un 5% de grasas en la alimentación para mantener el equilibrio.
El metabolismo de las grasas está asociado al consumo de los hidratos de carbono. Los azúcares del néctar o de la miel se transforman en cera gracias a cofactores presentes en el polen.
El papel del polen es vital. Aporta toda la fase nitrogenada, toda la grasa, vitaminas, proteínas o cofactores. Sin la ingesta de polen no hay secreción de jalea real ni de cera. “Convengamos que se necesitan de tres componentes fundamentales en la colonia de abejas para producir cera: Provisión de abundante cantidad de abejas jóvenes de 10 a 18 días de edad, abundante ingreso de néctar o jarabe y un adecuado aporte de polen de calidad”.
La cera recién producida por las abejas es de color blanco pero va adquiriendo un color amarillento característico a medida que esta entra en contacto con las secreciones bucales de las abejas, la miel, el polen y el propóleos, sin embargo se acepta que los matices de amarillo en los panales son causados por los pigmentos de caroteno solubles en grasa que provienen del polen (las abejas alivianan la cera con polen y por eso el color de la cera de opérculo varia a través del año a medida que cambia la floración).
Si se observa cuidadosamente las abejas durante el periodo de Máximo ingreso de néctar o después de alimentarlas copiosamente por tres días con jarabe, podrían verse discos de cera en forma de escamas de pescado que asoman entre los anillos del abdomen en la parte ventral a la altura de las glándulas cereras. Examinando con una lupa estas escamas se observará que son de cera pura y muy hermosas.
A veces la producción de cera es tan abundante que caen al piso de la colmena y se las puede recoger allí en cantidad, aparentemente las abejas no la necesitan. Durante la época en que se produce la secreción natural de la cera y la colonia dispone de suficiente espacio rara vez se desperdician estas escamas.
Durante la enjambrazón la secreción de cera es superior a la normal, posiblemente debido a que el enjambre está compuesto predominantemente por abejas jóvenes y este fenómeno se produce en momentos en que hay gran cantidad de entrada de néctar y polen de la profusa floración estacional. Esta mayor producción de cera se evidencia por ejemplo sobre una rama en la que estaba posado un enjambre ya que quedan trozos blancos de cera nueva como si hubieran iniciado la construcción de panales.
Está comprobado que las abejas jóvenes de 10 a 18 días de edad son las que producen la cera pero en casos de emergencia ante la falta de este tipo de abejas y ante un buen estímulo producido por un intenso flujo de néctar y polen, las abejas mas viejas pueden activar sus glándulas cereras y producir cera para construir los panales o el opérculo con el que tapan las celdillas con miel madura.
Fuente: Cosas de abejas
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