A pesar de su pequeño tamaño, las abejas pueden hacer cosas maravillosas. Son trabajadoras incansables cuya labor es fundamental para la polinización de las plantas, se organizan en complejas sociedades jerárquicas «dirigidas» por una reina, y toman decisiones en peculiares asambleas donde lo más importante es el baile de la colmena.
Según un estudio publicado este martes en «PLOS Biology», las abejas tienen otro as en la manga: Tal como han concluido los investigadores, son capaces de imitar a otras abejas y de aprender a tirar de una cuerdecita que les da acceso a un buen cóctel de agua con azúcar. Todo un puzle capaz de poner a prueba a los insectos. Además, este conocimiento se transmite de unas a otras, convertido en una forma de cultura.
«Lo que más me gusta de este trabajo, junto a los retos experimentales e intelectuales que plantea, es el puro disparate de ver a las abejas resolviendo el puzle de la cuerda», ha dicho Lars Chittka, investigador de la «Queen Mary University of London» y primer autora del estudio. «La primera vez que lo ví no pude creérmelo. Y aún hoy, ver esos vídeos me hacen reír».
El desconcierto de Chittka está más que justificado. El juego de la cuerda es usado normalmente para investigar las habilidades cognitivas de los vertebrados, pero este grupo de abejas ha demostrado que ellas también pueden sorprender a los investigadores.
Cultura de abeja
En concreto, y siempre que haya agua mezclada con azúcar por medio, las abejas son capaces de imitar a otras que ya saben tirar de la cuerda y conseguir su recompensa. Además, esta habilidad no desaparece con las pioneras que sepan hacerlo. En realidad, este truco se convierte en un conocimiento de toda la colmena, puesto que se va transmitiendo de unas a otras y se convierte en realidad en un patrimonio cultural de la colmena.
Este fenómeno resulta realmente curioso y llama la atención sobre los prejuicios que tenemos acerca de los animales que consideramos más simples. Pero además resulta interesante para buscar las raíces biológicas de la cultura, comúnmente observada en mamíferos y aves.
Para llevar a cabo este juego, los investigadores unieron pequeñas cuerdas a flores artificiales cargadas de agua con azúcar que luego pusieron bajo un plástico transparente. Después enseñaron a algunas abejas a tirar de esta cuerda para comer, y cerca de ellas colocaron cajitas transparentes en las que otras abejas observaban todo el proceso.
Casi ninguna abeja no entrenada fue capaz de tirar de la cuerdecita, (aunque hubo casos), pero el 60 por ciento de las no entrenadas supo hacerlo después de ver cómo lo hacían las abejas pioneras.
Para ver si esta habilidad se convertía en parte del patrimonio cultural de estos insectos, los investigadores colocaron una abeja entrenada en tres colonias de abejas normales y corrientes. Después de un tiempo, alrededor de la mitad de la colonia había aprendido a tirar de la cuerda. Y seguían haciéndolo aún cuando las pioneras ya habían muerto.
A la vista de estos sorprendentes hallazgos, los investigadores sugieren que el aprendizaje social y la transmisión cultural requieren estructuras cerebrales relativamente sencillas, como las encontradas en el cerebro de una abeja. Y que la complejidad humana en el aprendizaje podría ser fruto de la evolución de estructuras mucho más humildes, como las observadas aquí. Tal como ha explicado Chittka, esta es otra prueba más de la versatilidad que tienen incluso pequeños circuitos cerebrales. La vida no deja de sorprendernos.
FUENTE: ABC
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