Mantener una temperatura relativamente constante es un privilegio de pocas especies animales. En la actualidad, es potestad de mamíferos y aves. Pero, cómo no, una vez más nos sorprenden nuestras
abejas, capaces de conseguir algo similar, no como individuos, sino en el conjunto de la colonia.
Científicos australianos dicen que las abejas melíferas tienen una sofisticada manera de acondicionar el aire de sus colmenas, que depende de diversidad genética.
Las abejas utilizan una variedad de métodos para manejar el frío o calor en una colmena.
Sacuden sus alas para expulsar el aire caliente, ponen gotas del agua en la colmena para que se refrigere por evaporación y evacúan cuando está demasiado caliente.
Cuando se pone frío, ellas se arraciman alrededor de las crías en forma de una pelota, presionando su tórax contra la tapa de las celdas de cría, e incluso generando calor metabólico al contraer y aflojar sus músculos del vuelo, pero sin mover sus alas.
Pero, los investigadores, destacaron que la capacidad de las abejas de mantener la temperatura estable de la colmena significa que ellas tienen que haber desarrollado un sofisticado sistema de control de la temperatura, de modo que no comiencen a refrescar o a calentar la colmena todas al mismo tiempo.
Es como regular la temperatura del agua para una bañera, que no se puede lograr la temperatura ideal simplemente abriendo un poco el agua caliente y el agua fría.
De todos es conocido que las abejas son capaces de
mantener relativamente constante la temperatura en la cámara de cría en un rango entre los 32 y 36 ºC, aunque la temperatura óptima se sitúa en torno a los 35 ºC. Esta temperatura sufre mayores fluctuaciones a medida que nos alejamos de la zona cen-
tral de cría. No en vano, es la cría durante su desarrollo la que necesita mayor estabilidad.
Tenemos que recordar que el mantenimiento de la temperatura interior de la colmena es necesario tanto para evitar el exceso de calor como para impedir las bajas temperaturas. No olvidemos que la temperatura de fusión de la cera se encuentra alrededor de los 65 ºC y si la temperatura en el panal sube por encima de este límite, la cera puede llegar a fundirse.
En estos días de tremendo calor, vamos a ver cómo se las apañan nuestras abejas:
El mecanismo de termorregulación que utilizan para el enfriamiento de la colmena se basa en la evaporación de humedad, como hacemos nosotros cuando sudamos, o el aire acondicionado cuando
retira humedad de las habitaciones para reducir la temperatura. En el caso de las abejas, cuando eliminan humedad del interior de las colmenas arrastra con ella el calor.
El mecanismo de enfriamiento necesita de dos factores:
1.- Que exista esa humedad en el interior de las colmenas para poder ser eliminada. En
primavera eso es fácil, pues el mismo néctar que recolectan las abejas contiene un alto porcentaje de agua que ha de ser eliminado en el proceso de transformación en miel. En
ocasiones, es tanta la cantidad que llegamos a encontrar esa humedad condensada en forma de gotas bajo la entretapa.
Mayores problemas se generan en verano; en época de escasas o inexistentes floraciones y baja humedad ambiental son las abejas las que tienen que proveer el agua necesaria para que pueda ser evaporada en el proceso de reducción de la temperatura. Evidentemente, el número de abejas destinadas a recolectar agua viene dado por las necesidades de la colmena.
Cuando los requerimientos de agua aumentan, se produce un comportamiento en el que las obreras del interior
discriminan a las pecoreadoras que traen néctar más concentrado (con menos humedad) a favor de las que traen agua o néctar con mayor proporción de humedad, por lo que van dirigiendo el pecoreo a favor de estas últimas. Las abejas encargadas de traer agua detectan que su trabajo es necesario porque rápidamente ese agua es transferida a otras abejas de interior encargadas de untar el agua por las paredes de las celdillas para su evaporación o pasarlo a otras abejas. Por el contrario,
cuando el agua no es tan necesaria, estas abejas tardan más en aceptar el agua que traen las pecoreadoras.
Si las necesidades de agua son muy altas, una gran proporción de pecoreadoras están dedicadas a conseguirla. Evidentemente, si están empleadas en estos menesteres, no estarán recolectando néctar y eso se reflejará en la producción de miel.
La falta extrema de agua lleva a no poder bajar la temperatura en el interior de la colmena, se funde la cera, frecuentemente se bloquea la piquera y la colmena muere asfixiada. Aún cuando no se llega a
estos extremos es frecuente encontrar cuadros fundidos.
Nuestra tarea es proporcionar el agua necesaria a las colmenas y tan cerca como sea posible. Considerando que la cercanía de la fuente de agua aumenta la eficacia de las abejas, que pueden dedicar más tiempo a seeguir produciendo. La superficie del agua debe estar quieta, para que la
abeja pueda posarse con facilidad a beber; menos efectiva es el agua corriente, como por ejemplo la de los canales. Por el contrario, el agua que queda en las orillas de arroyos, la arena húmeda, etc.,
son los lugares preferidos para beber.
Si no hay agua próxima disponible tendremos que suplirla con algún tipo de bebedero, como puede ser un simple bidón con unas tablas flotando donde puedan posarse las abejas, u otros bebederos del
mercado para animales como conejos o gallinas. En épocas de calor el consumo llega a ser considerable, por lo que tenemos que estar más pendientes para que no falte.
Si habitualmente tendemos a relacionar las necesidades de agua con el verano, no podemos olvidar que también es necesaria en invierno, a veces no tanto para la termorregulación como para poder digerir el consumo de polen.
2.- Ahora que sabemos que la humedad es el vehículo para eliminar el exceso de temperatura, tenemos que recordar que las abejas se encargan de evacuar esa humedad ventilando. Crean corrientes de aire disponiéndose en la piquera y batiendo las alas.
Curiosamente, en las tareas de ventilación de las colmenas encontramos un interesante ejemplo de la compleja organización de las colonias de abejas. No todas las abejas que se encargan de ventilar las colmenas comienzan a la vez. Ello se debe a que cada familia de abejas de la colmena, o lo que es lo mismo, el grupo de abejas que tienen por padre a un mismo zángano (recordemos que la reina es fecundada por un número variable de zánganos, que puede llegar a las dos docenas) tiene un umbral de temperatura a partir del cual comienzan esta tarea. Por lo tanto, cuando la temperatura comienza a elevarse, serán las abejas de la familia que tienen el umbral más bajo las que empezarán a ventilar y, a medida que la temperatura sigue creciendo y alejándose del óptimo, alcanzará el umbral de otras familias, siendo cada vez mayor el número de abejas que se dediquen a esta labor. Una vez más,
cuanto más difícil se lo pongamos a las abejas, mayor será el número de éstas que tengan que dedicarse a ventilar y menos las que puedan estar produciendo. El motivo de este comportamiento es que si todas las abejas comenzaran a ventilar a la vez o dejaran de hacerlo, las fluctuaciones de la temperatura serían más acusadas.
En este caso, nuestra aportación debe ir encaminada a facilitar el trabajo de las abejas. Uno de los mayores impedimentos con que se encuentran las abejas cuando ventilan son las piqueras pequeñas,
muy frecuentes en las colmenas Layens, y que reducen las posibilidades de ventilación a la vez que se pueden bloquear con más facilidad si se funden los panales.
Afortunadamente, cada vez es más frecuente encontrar las piqueras corridas, permitiéndonos regu-
lar la abertura con una tablilla.
Actualmente, las bases sanitarias pueden ser de gran ayuda
para ayudar a una mayor ventilación retirando la bandeja en parte o bien en su
totalidad en los días más calurosos.
Además de los anteriores, las abejas usan también otros recursos; así, está descrito un comportamiento de las abejas jóvenes (aprox. 12-14 días), que hacen de aislante tapizando con sus cuerpos las paredes expuestas al sol de las colmenas, por donde la irradiación de la temperatura exterior es superior.
Por nuestra parte, también disponemos de otros recursos para reducir el calentamiento de las colmenas: a veces conseguimos asentamientos con sombra, por lo que en verano se pueden colocar las colmenas de tal forma que reciban sombra en las horas centrales del día. También en los
pequeños colmenares de aficionados se puede evitar el movimiento de las colmenas, si es posible, plantando árbo- les de hoja caduca, que en verano proporcionan cobijo del sol, y en invierno dejan
pasar los rayos solares. Otra posibilidad es pintar las tapas con cal para reflejar la luz del sol, con la
ventaja añadida de que esta cal se cae con el paso del tiempo, por lo que desaparece en otoño, cuando la exposición al sol vuelve a ser beneficiosa.
Si en nuestro colmenar no hay ningún tipo de sombra, podemos
ayudarlas proporcionándoles un aislante, hoy en día existen multitud de
materiales de construcción que son estupendos aislantes y se encuentran a un
precio relativamente económico, como podría ser el poliestireno extruido.
En definitiva, sea cual sea la situación, ayudar a las abejas en la termorregulación sólo trae ventajas, la mayoría de las veces muy superiores al esfuerzo que hemos de invertir y la recompensa la aprecia-
remos perdiendo menos colmenas, sufriendo menos enfermedades e incrementando la producción.
Fuentes: Portal Apicola
Articulo: Termoregulación J.M Flores Serrano, J.A Jimenez Rebollo, F. Padilla Álvarez
Departamento de Zoologia Universidad de Córdoba.
Apicultura Mallorca. Rafael Llinás.
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