Hace más de 4000 años se reportó por primera vez una reacción alérgica con peligro para la vida, causada por picadura de insecto, y en la actualidad se conoce que un 0,4 - 2 % de la población presenta alergia a este tipo de picaduras
Un gran número de medicamentos han sido recomendados contra las picaduras de abejas (adrenalina, medicamentos esteroideos como la cortisona, etc), no obstante el único remedio verdaderamente oportuno es la extracción del aguijón junto con el saco del veneno.
Es conocido que
cuanto más se demora en retirar el aguijón, más veneno pasa a la sangre. La abeja después de picar al sujeto o al animal se apresura instintivamente a alejarse, pero los dentículos (mellas) del aguijón lo retienen con firmeza en la piel, junto con éste quedan no sólo las glándulas venenosas y el saco del veneno, sino también los ganglios nerviosos de la cadena abdominal (centro nervioso) que asegura la inervación automática del aparato vulnerante fuera del cuerpo de la abeja, continuando por eso el veneno su penetración en la piel de la víctima. Es por eso, que se recomienda extraer este lo más pronto posible; pero en la mayoría de los casos, la persona picada trata de retirar el aguijón con los dedos y de ese modo comprime hacia la piel toda la reserva de veneno contenida en la glándula. Es preciso por lo tanto, obrar con rapidez y extraer correctamente el aguijón con ayuda de los extremos de las uñas dispuestas en forma de pinzas, conservando de esta forma en la bolsa del veneno la mayor parte del producto.
Para algunos investigadores, las picaduras de abejas pueden causar dos tipos de trastornos: la patología tóxica, cuando al menos 50 abejas pican un sujeto al mismo tiempo, y la patología alérgica, causada por una sola picadura. Por lo común, los apicultores toleran mejor un mayor número de picaduras simultáneas, con respecto a los sujetos no apicultores.
Brooks y colaboradores, desarrollaron en los EEUU estudios de toxicidad en ratas, perros y monos Rhesus empleando veneno de abejas. En estos tests, los autores demostraron que la dosis letal media (LD 50) de veneno quedaba establecida en 1,75 mg/kg intravenoso (I.V) y 3,50 mg/kg subcutáneo (S.C) para ratas; 1,75 I.V y 3,50 S.C para perros y 2,50 IV y 5.0 S.C para monos. En todas estas especies, el veneno administrado por cualquier vía en dosis letales, produjo la muerte, aparentemente por paro respiratorio.
Se ha comprobado que el principal factor alergénico del veneno de abejas lo constituyen las fosfolipasas; estas pueden interferir el funcionamiento del centro respiratorio, aunque también se reporta a la melitina como causante de reacciones alérgicas en ciertos pacientes.
Luego de establecer las dosis letales del veneno, otros investigadores del equipo de Brooks procedieron a fraccionar el mismo, y al valorar los efectos de sus componentes comprobaron que la fracción Fosfolipasa A2 produce cambios idénticos a los observados con el veneno entero; manifestándose con una caída pronunciada de la presión sanguínea, disminución en el ritmo cardíaco y finalmente un paro respiratorio total. La DL50 intravenosa de esta fracción fue de 2,2 mg/kg. Por su parte la LD50 de otros componentes se comportó en 3,5 mg/kg para la melitina y 2,8 mg/kg para el cardiopep.
El principal inconveniente del veneno de abejas lo representa su capacidad de disminuir la presión arterial, por lo que algunos autores recomiendan inyectar previamente vitamina C o cafeína antes de administrar veneno de abejas, con el objetivo de eliminar la posibilidad de una hipotensión brusca.
Se prohíbe administrar veneno de abejas a pacientes que presentan fiebre, stress emotivo, insuficiencia cardiaca y renal y astenia debido al insomnio. Sin embargo, si eliminamos las fosfolipasas del veneno de abejas, la toxicidad del mismo y los principales inconvenientes de su administración desparecen casi por completo.
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